domingo, 5 de diciembre de 2010

La cruz de una vida.


La historia que me dispongo a contar trata de una acusación, de una carga, de una inmensa cruz que el escritor Luis Rosales se vio obligado a cargar a lo largo de su vida.
La cruz de la que os hablo no es ni santa ni bendita y sus entrañas están tan podridas como la mismísima alma del demonio, no es otra que la muerte del poeta, tal vez el más mediático del siglo XX, Federico García Lorca (1898-1936).

El poeta granadino fue perseguido por los partidarios falangistas durante la Guerra Civil debido a que sus ideales eran totalmente opuestos a los de estos, su afinidad al Frente Popular y ser abiertamente homosexual.

Muchos países latinoamericanos le ofrecieron una salida al exilio, y durante un tiempo planeó huir por Portugal. Pero Lorca creía en algo llamado “sino”, en el destino. Creía que si algo le tenía que suceder le terminaría pasando por mucho que lo intentase esquivar. Así que prefirió quedarse en su Granada natal junto a los suyos y morir así en su tierra. En 1936 fue arrestado en la casa de su amigo Rosales, donde Lorca se ocultaba. Luis Rosales, preocupado, tuvo la promesa de las autoridades nacionales que Lorca sería puesto en libertad “si no existía denuncia en su contra”. Pero tras el arresto, Lorca fue finalmente fusilado, aunque al menos murió donde él eligió, Granada.

Con la muerte del poeta se acabó una de las mejores carreras literarias de la historia y además comenzó el calvario de su amigo y, a la vez, supuesto verdugo: Luis Rosales.

La figura de Ramón Ruiz Alonso es clave en esta historia.
Educado en la escuela salesiana y miembro de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), fue diputado falangista de 1933 a 1935, hasta que perdió su escaño. Tras este fracaso, empezó a relacionarse con José Rosales (hermano de Luis, quien era una figura influyente en la Falange) para, con su ayuda, volver al partido.
José Rosales negó su admisión por lo que Alonso buscó otra manera de ganarse el respeto del franquismo. Las ganas por volver a la Falange y el odio a los Rosales se unieron en contra de una persona: Lorca.

Alonso le condenó a muerte y culpó de tal crimen a Luis Rosales.
Tras esta jugada tan maestra como macabra, Luis Rosales comenzó a sufrir mil calumnias y acusaciones de las que nunca se libraría.
Rosales sabía que su ideología falangista no le ayudaba, pero siempre negó el asesinato de su gran amigo y maestro.

Como poeta consiguió grandes premios y reconocimientos y aquellos que le conocieron aseguran que Rosales se caracterizaba por una inmensa generosidad, ya que siempre concedía su tiempo a aquel que lo deseara.
A pesar de esta gran carrera personal y literaria, Rosales siempre fue tachado como el asesino de García Lorca.

Alonso (“verdugo” de Rosales y Lorca) murió en 1978 en Las Vegas (EEUU). Al ser informado de tal noticia a través de su amigo Félix Grande, Rosales dijo “pobrecito”, a lo que Félix Grande muy enfadado pidió explicaciones. La contestación fue la siguiente: “Siempre supe que era inocente, yo y Dios siempre supimos que era inocente, él sabía que era culpable. Por eso, fue él quien en realidad cargó con la cruz durante toda su vida, no yo”.

Nunca se llegó a saber dónde fue enterrado Lorca. En 2009 con la aplicación de la ley para la recuperación de la memoria histórica, se abrió la fosa donde se suponía descansaban sus restos, pero no se encontró nada.

En este increíble testimonio vemos como la cruz podrida de la culpa solo la cargan los verdaderos culpables y, sin embargo, los inocentes crucificados como Luis viven con su conciencia tranquila, con su espalda libre de carga... sin esa cruz.



-“¿Alguno de ustedes sería capaz de perdonar a su propio verdugo?”

Ya hay un trabajo sobre Lorca, pero en este nos centramos no en su vida, sino en su obra y en su muerte.
El vídeo está hecho por nosotros.
Las imágenes son de google.
La información está sacada de Wikipedia y de nuestro querido libro de Lengua.
Trabajo realizado por: Víctor Doña Grimaldi y Azael Durán Vela.

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