Luis García Berlanga ha sido uno de los cineastas más destacados de España tanto por el alcance de su obra como por las formas que brindó a su arte. Director de películas excepcionales, sus obras implicaron una renovación del cine español de postguerra al estar preñadas de sutilezas sin dejar de ser queribles por el gran público, y persistir amparadas por una profundidad simbólica que evitaba la censura del franquismo, sin dejar de tener llegada a todos los espectadores.
Berlanga había nacido en Valencia el 12 de junio de 1921 en el seno de una familia burguesa con importantes compromisos políticos.
Uno de los episodios más desconcertantes de su vida fue cuando, siendo joven, se incorporó como voluntario a la División Azul, un cuerpo militar que luchaba junto a los nazis en el frente ruso, animado según él por el intento de evitar represalias políticas dada la actividad antifranquista de su abuelo, miembro destacado de la Unión Republicana del Frente Popular y de su padre, gobernador civil de Valencia, pero también al parecer para borrar una ligera participación en los últimos años de la guerra civil actuando en el bando republicano.
Los estudios universitarios de derecho primero y la filosofía después fueron prontamente abandonados por su vocación real encauzada con su ingreso en 1947 en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid.
Sus primeros pasos fueron cortometrajes entre los que se destacaron “Paseo por una guerra antigua” y “Tres cantos” rodados en el año 1948 y “Se vende un tranvía” de 1950. Debuta en el cine con el largometraje “Esa pareja feliz” en el año 1951 dirigido junto a Juan Antonio Bardem.
Muy pronto comienza a formar parte de la historia grande del cine español. Una de sus obras maestras fue “Bienvenido Mister Marshall” (1952) donde demuestra, apelando a una ironía exquisita, el intento de la sociedad de la época de compensar con esperanza las carencias materiales y las limitaciones de su difícil situación económica. Un conjunto de pobladores de un pequeño pueblo campesino intenta captar la atención y los dólares de los estadounidenses que se encontraban “repartiendo riqueza por toda Europa”, en clara alusión al Plan de Reconstrucción de Postguerra que llevaba el nombre del general americano. Con esta película, Berlanga cuestiona la benevolencia salvadora de los estadounidenses y alerta sobre las promesas fáciles de un futuro promisorio.
Luego de rodar “Novio a la vista” (1953), “Calabuch” (1956) y “Los jueves, milagro” (1957), la década del 60 comienza para Berlanga en tono de éxito con dos obras excepcionales.
La segunda gran película del valenciano fue “Plácido” rodada en 1961, distinguida con la nominación al Oscar de la Academia Cinematográfica de Hollywood como mejor película de habla no inglesa.
El argumento de esta obra, compartido con Rafael Azcona, José Luis Colina y José Luis Font, consiste en tomar una campaña desplegada por el régimen franquista que, con el lema: “siente a un pobre a su mesa”, pretendía desarrollar en el pueblo el sentimiento de caridad hacia los desposeídos, y criticar el fondo del tema denunciándolo como una especie de bálsamo reparador para limpiar conciencias burguesas de forma rápida y pasajera.
En “Plácido” Berlanga destaca la banalidad de esa conciencia como la esterilidad de la campaña, cuya lógica se agota en cumplir con un ritual liberador de escaso efecto en transformar una realidad social terrible y la propia conducta de los principales responsables de ella.
La tercera obra excepcional que presenta Berlanga en su historia personal estuvo constituida por “El verdugo”, rodada en 1963, convirtiéndose en una muestra de la calidad de un realizador que se permitía cuestionar la pena de muerte a través de la ácida satirización de una profesión propia de un régimen violento y trágico. Con esta película Berlanga reitera su capacidad de cuestionar y rechazar ciertas políticas apelando a la ridiculización de aquellos síntomas más terribles del franquismo.
En los 70 tuvo oportunidad de realizar “Tamaño natural” (1973) y “La escopeta nacional” (1977) con la que denuncia la corrupción existente en España. Años después dirigió “Patrimonio nacional” (1981) con la que volvió a representar a España en los Oscar de Hollywood y realizó “La vaquilla” (1985) y “Moros y cristianos” (1987).
En 1980 Berlanga obtuvo el Premio Nacional de Cinematografía, en 1981 le fue otorgada la Medalla de Oro de las Bellas Artes, en 1986 fue galardonado con el Permio Príncipe de Asturias de las Artes y en 1993 el Goya al mejor director por su película “Todos a la cárcel”.
En 1999 dirigió “París-Tombuctú” que fue premiada por la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica y recibió el galardón del Festival Internacional de Mar del Plata.
En reconocimiento a su excelencia como director y guionista fue premiados en festivales de máxima jerarquía como en Venecia, Cannes, Berlín y Montreal.
Berlanga, que se había casado con María Jesús Manrique de Aragón, madre de sus cuatro hijos: José Luis, Jorge, Carlos y Fernando, falleció a los 89 años en la ciudad de Madrid, donde vivía rodeado de historias, no pocas películas y grandes libros, muchos de los cuales supieron elevarlo hasta lo más alto del cine español y de una vida rica e inquieta.
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Imágenes: www.google.com
Trabajo realizado por: Felipe Pita y Domi Aloé
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